DISCURSO DE GRADUACIÓN DE TSU MISIÓN SUCRE
- Pedro Vicente Rodríguez Calderón
- 25 nov 2016
- 4 Min. de lectura

Una vez asumido el compromiso de llevar la conducción de una universidad, se inició una revolución de pensamientos, reflexiones e ideas en mi mente. Rememoré mis vivencias de mis casi dos años en los comité de preinscritos para conseguir un cupo en Caracas. De las universidades que me tocó conocer y convivir en sus pasillos, aulas, cátedras, laboratorios, auditorios, en fin, en la vida tradicional de cada una de esas universidades.
Esto llevó a preguntarme: ¿Para qué sirven esas universidades tradicionales? ¿En qué me transformaron? ¿En qué transformaron a mis compañeras y compañeros? ¿Qué aporte le hizo al país esa transformación? ¿Cuánto aportó a mi crecimiento humano? ¿Cuánto aportó al crecimiento colectivo?
Prefiero no polemizar con las respuestas a estas interrogantes. Sólo les confesaré que doy gracias a Dios todos los días por haber tenido la oportunidad y las condiciones de aprender haciendo muchas cosas que no estaban relacionadas a los planes curriculares de formación que tenían previsto para nuestra generación, esas universidades. He ahí, el mayor secreto de nuestro crecimiento: Aprender haciendo, vinculando teorías a prácticas reales, aprendiendo a definir orientaciones políticas de nuestras acciones.
Por ello, desde que asumimos este compromiso con la Universidad Politécnica Territorial de Barlovento Agelia Laya y con las misiones educativas creadas por la obra e inspiración de nuestro comandante eterno Hugo Rafael Chávez Frías, todos los días me pregunto: ¿Qué quería Chavez que pasara con la creación de estas nuevas universidades y de las Misiones Educativas? ¿Por qué nos llamó Universidades Politécnicas Territoriales? ¿Por qué nos llamó misiones? ¿Cómo deberían ser las estructuras, las funciones, los programas de formación, las dinámicas, los controles y la evaluación de procesos y resultados? Estas preguntas me las repito con frecuencia y se las hago a diario a nuestros compañeros directivos, generando nuevas interrogantes:
¿Cuántos TSU, ingenieros y licenciados hemos graduado en los últimos años de revolución?
¿Cuántos de ellos están trabajando en las áreas en que la universidad los formó?
¿Cuántos de ellos trabajan como emprendedores en sus áreas de formación?
¿Cuántos trabajan para el Estado venezolano?
¿Qué están haciendo los otros?
¿Cuántos han incidido en la transformación para el desarrollo productivo en una localidad, región o país?
¿Cuánto han favorecido para la construcción de un nuevo modelo?
¿Cuánto han colectivizado lo aprendido en la universidad en sus espacios de desempeño profesional y en el Poder Popular?
¿Cuántos están haciendo cosas diferentes a las que fueron formados?
¿Cuántos están sin hacer nada?
¿Cuántos se fueron de la región?
¿Cuántos se han ido del país?
Los que se quedaron en su región o en su país, ¿Qué han hecho para transformar favorablemente las realidades donde se desempeñan y donde viven?
¿Cuáles de esas experiencias positivas, la universidad ha rescatado para ejemplo o modelo de quienes están en proceso de formación?
¿Cuántos y cuáles estudios ha realizado la universidad que nos muestre los resultados de lo que hacemos y para qué nos sirve como individuos, como colectivo, como región y como país?
Creo que estas preguntas, como acto autocrítico durante este acto de graduación de nuevos profesionales, debemos hacerla todos los días y en todos los momentos. Es necesario reflexionar sobre la permanente pertinencia de lo que hacemos como estudiantes y como profesionales en el territorio, sistematizar las respuestas a interrogantes como las presentadas, repensar dialécticamente sobre lo que estamos haciendo y formando desde la universidad y desde la misión.
Esto debe vincularse a lo concreto, a lo que tenemos en nuestro entorno, a nuestro territorio, nuestro relacionamiento socio histórico, a nuestros potenciales naturales y culturales. Lo cual nos lleva a nuevas reflexiones:
¿Cómo y con qué nos alimentamos?
¿Cuántos kilómetros nos cuesta comer lo que comemos?
Acaso los sistemas informáticos, la administración y la producción agroalimentaria tienen algún punto en común para el desarrollo?
Si la papa que comemos viene de Mérida (700 km) pero la semilla es de Europa (7000 km), el promedio de la distancia que recorre esa papa desde su origen es de 3850 km. Pero si produzco ñame, ocumo, yuca, culantro en mi patio, en el patio de los vecinos y en un conuco cercano, el sancocho puede reducir su distancia de costo y puede ser más seguro comerlo?
Si logramos producir la semilla en el país y garantizar la calidad genética eliminando los transgénicos, estaríamos produciendo un alimento mucho más sano y soberano.
Si los informáticos crean un sistema, donde, por la red global y con la información de otros profesionales de la salud generen programas para indicar las proteínas, carbohidratos, azúcares y otros elementos que requiere cada cuerpo humano según sus características antropométricas. Adicionalmente, producen otro sistema que nos informe las cantidades, proporciones y condiciones naturales requeridas para la calidad de las semillas, de la siembra, de la cosecha, de la disposición, de la distribución, de la comercialización y hasta del consumo requerido para completar la cadena; no le estaríamos dando los elementos necesarios para que los administradores minimicen costos y maximicen recursos? y, consecuentemente, le garantizamos a nuestro pueblo, al menos, cuatros S en su alimentación: UNA ALIMENTACIÓN SANA, SEGURA, SABROSA Y SOBERANA.
Para ello, requerimos seguir siendo cuestionadores, críticos y autocriticos al preguntarnos:
¿Cómo nos vamos a integrar para constituir emprendimientos productivos desde el Poder Popular?
¿Cuáles son los espacios, los potenciales, las fortalezas, las posibilidades, las condiciones y oportunidades que conocemos y reconocemos en nuestro entorno territorial, institucional y político?
¿Cuánto podemos aportar nosotros como profesionales, junto a nuestro pueblo o comunidad organizada, para transformar esa lógica y la cultura impuesta a través de cientos de años?
Si lo que hemos aprendido nos sirve para organizarnos y dar respuestas en colectivo a todas estas interrogantes y a las muchas que deben seguir surgiendo de nuestra actitud crítica y autocrítica permanente, de nuestra actitud revolucionaria, solo entonces podremos decir que estamos venciendo, QUE SOMOS TRIUNFADORES Y TRIUNFADORAS, QUE SOMOS CHÁVEZ.
Quedan, entonces, nuevas metas y objetivos por recorrer. Muchas guías y orientaciones las encontraremos en nuestra Constitución y en el Plan de la Patria. Pero, las más importantes, las tendremos a nuestro lado, en nuestros vecinos, en nuestro pueblo, en nuestros semejantes, en fin, en nuestras realidades geo histórico sociales.
HE AHÍ NUESTRO MENSAJE FINAL: SEAMOS COMO CHÁVEZ, SEAMOS REVOLUCIONARIOS Y REVOLUCIONARIAS.
VAMOS JUNTOS A TRIUNFAR!!!
VENCEREMOS!!!
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